12 de Enero de 2022
La TGA regula la calidad, el suministro y la publicidad de los medicamentos, los dispositivos patológicos, los productos médicos, los productos sanguíneos y la mayoría de los demás productos terapéuticos. En febrero del año pasado una solicitud de Médicos por la Ética del Covid reveló que la TGA autorizó la vacuna de Pfizer a ciegas. No comprobó los datos extremadamente limitados de los ensayos clínicos y considerarla segura para ser inyectada.
En un principio la TGA intentó dilatar el suministros de la información solicitando una prórroga de 6 meses. Los demandantes tuvieron que presentar una queja ante la Oficina del Comisionado de Información y la TGA respondió confirmando que nunca había visto o solicitado los datos de los pacientes a Pfizer y que simplemente aceptaba el informe de Pfizer sobre su estudio como un hecho.
Los datos de la TGA indican que en un periodo de 10 meses se han producido 8 veces más acontecimientos adversos y 12 veces más muertes por vacunas que las registradas para todas las demás vacunas disponibles combinadas desde el 1 de enero de 1971.
La TGA cuenta con una base de datos de efectos adversos notificados (*) que proceden de un amplio abanico de fuentes, como los ciudadanos, los médicos de cabecera, otros profesionales de la salud y la industria de productos terapéuticos.
Si se busca “vaccine” en la base de datos y se seleccionan las cuatro vacunas disponibles en Australia, con parámetros de fecha del 1 de enero de 1971 a 27 de diciembre de 2021, se concluye que en esos 51 años se han puesto a disposición del público australiano 128 vacunas diferentes, excluyendo las del coronavirus, y se han producido 19.545 informes individuales para las 128 vacunas combinadas, incluyendo 62 muertes.
Si se vuelve a buscar en la base de datos “vacuna covid-19” con el parámetro de fecha del 1 de enero de 2021 al 27 de noviembre de 2021, se encuentran 98.017 informes, incluyendo 725 muertes.
Eso significa que ha habido 12 veces más muertes, 5 veces más informes de efectos adversos y 8 veces más informes de efectos adversos debidos a las vacunas contra el coronavirus que los informados para todas las demás vacunas disponibles combinadas durante un período de 51 años.
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15 de Enero de 2022
Ruda fue cofundador de la Unidad Nudge del gobierno británico, basada en la teoría del empujón (“nudge”). Dado que las personas no tomamos las mejores decisiones sino las más fáciles, necesitamos que alguien nos empuje a comportarnos de manera correcta (2). Si, además, lo hace desde un gobierno, nuestras decisiones no podrán ser más adecuadas.
La Unidad Nudge se creó originalmente para fomentar un cambio de comportamiento positivo en la población del Reino Unido sin necesidad de normas coactivas, pero que se utilizó durante la pandemia para infundir miedo.
“En mi opinión, el error más flagrante y consecuente que se cometió en la respuesta a la pandemia fue el nivel de miedo que se transmitió deliberadamente al público”, escribe Ruda.
“Este miedo parece haber impulsado las decisiones políticas en un inquietante bucle de retroalimentación", añadió, señalando que tales acciones equivalían a una "propaganda sancionada por el Estado”.
Según el científico, la obsesión por el número de casos diarios llegó a dominar el pensamiento, contribuyendo a extender aún más el miedo. Este proceso incluyó una gran exageración de la amenaza que suponía el coronavirus y la producción de propaganda alarmista y macabra para asustar y esclavizar a la población.
Como hemos señalado en entradas anteriores, los miembros del Grupo Científico de la Gripe Pandémica sobre el Comportamiento (SPI-B) formaban un subcomité del Grupo Asesor Científico para Emergencias (Sage), el principal grupo asesor científico del gobierno.
Los científicos asesores admitieron haber utilizado lo que ahora reconocen como métodos “poco éticos” y “totalitarios” (3) para infundir miedo en la población con el fin de controlar el comportamiento durante la pandemia.
En marzo de 2020, cuando se declaró el primer confinamiento, los “expertos” aconsejaron al gobierno que aumentara drásticamente “el nivel de percepción de la amenaza personal” que supone el virus, ya que “un número considerable de personas todavía no se siente suficientemente amenazado personalmente” (4).
Un científico del SPI-B admite que en marzo de 2020, el gobierno estaba muy preocupado por el cumplimiento de las normas y pensaba que la gente no querría estar encerrada. Era necesario el miedo para fomentar el cumplimiento, y se tomaron decisiones sobre cómo aumentar el miedo.
El científico confiesa que “la forma en que hemos utilizado el miedo es distópica”. Admite que “el uso del miedo era definitivamente cuestionable desde el punto de vista ético”. Fue un experimento extraño porque al final, el tiro salió por la culata: la población estaba demasiado asustada.
La campaña de miedo fue un éxito. En el verano de 2020, el británico medio pensaba que entre el 6 y el 7 por cien de la población del Reino Unido había muerto a causa del coronavirus, una cifra equivalente a unos 4,5 millones de personas.
En ese momento, al coronavirus le atribuyeron la muerte de unas 40.000 personas.
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16 de Enero de 2022
En su reciente informe anual de 2021(*), también aboga por un sistema mundial de identidad digital, es decir, de asociar a cada uno de los habitantes del mundo a un código de barras.
Finalmente, el Banco es partidario de la introducción de las monedas digitales de los bancos centrales (CBCD) que sustituirán a los dólares y otras monedas fiduciarias.
A falta de ideas originales, el Banco tira de tópicos conocidos. Las monedas digitales, como el bitcoin, sirven para el blanqueo de dinero, para financiar el terrorismo y, ¡cómo no!, son una amenaza para el medio ambiente porque consume demasiada energía.
Unas monedas digitales son malas, pero hay otras que son buenas porque se pueden controlar. Para ello, las deben emitir los bancos centrales y hay que controlar cada una de las transacciones mundiales y, en consecuencia, cada una de las personas, empresas, sociedades e instituciones que hay en el mundo.
El dinero en efectivo se tiene que acabar y la pandemia ha dado un gran salto en esa línea con la imposición de los pagos mediante tarjeta, de manera que el control se extiende hasta el último centimo.
Cada ciudadano tendrá una cuenta abierta en su banco central, sin intermediarios, y cada transacción es un movimiento de dicha cuenta. La más mínima transacción monetaria, en cualquier parte del mundo y para cada individuo, cada negocio, cada empresa, puede ser analizada y diseccionada.
Lo más interesante es que de esa manera, además de las transacciones, se controlan a las personas, a las empresas y todo tipo de sociedades, no sólo desde el punto de vista económico, sino en todas las facetas de su vida. La identidad digital es todo en uno: un lugar de trabajo, una cuenta corriente, un pasaporte, un certificado de vacunas, un carnet de conducir, una declaración de impuestos, redes sociales......
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